Cuando medimos decibelios usando una sencilla aplicación de Smartphone en el centro de una capital europea, nos damos cuenta de que alcanzamos rápidamente los 90-100 decibelios detectados, lo cual es considerable.

Recuerde que los niveles de ruido se miden en decibelios, donde 0 dB es el ruido del desierto, cuando no se escucha nada y 100 dB es el ruido registrado, por ejemplo, en una discoteca.

Estamos experimentando insidiosamente un ruido incesante ya que, según la OMS, el umbral de las perturbaciones intelectuales y físicas debido al exceso de ruido se establece en 68 decibelios. Más allá de este umbral, el exceso de ruido tiene un impacto directo en nuestra psique, nuestro nivel de fatiga, nuestra salud cardiovascular, nuestras secreciones hormonales.

Los efectos nocivos de la contaminación acústica están científicamente probados. Según la OMS, en un estudio reciente realizado en Francia, el 11% de los parisinos están expuestos a niveles de ruido superiores a los estándares reglamentarios de 68 dB en promedio por día.

El nivel de riesgo, es decir cuando existen riesgos para el oído, se establece en 85 dB. El primer riesgo es la deficiencia auditiva, seguido de acúfenos y fatiga auditiva, que puede conducir a la pérdida de audición.

Pero cuidado, ¡incluso los ruidos más pequeños atacan nuestro cuerpo!

De hecho, no olvidemos que hace millones de años, el sistema auditivo era una especie de sistema de alerta que nos advertía en caso de peligro para los humanos, y la ciencia explica cómo con cada exceso de ruido, nuestro cerebro libera una cierta cantidad de hormonas asociadas con el estrés. Este es el caso del cortisol, la hormona del estrés que, acumulada en el cuerpo, causa el trastorno del sistema nervioso e influye en nuestro nivel de estrés.

Un estudio reciente realizado en Francia informa que 9 de cada 10 franceses creen que están excesivamente expuestos al ruido, especialmente en el trabajo, donde una de cada dos personas se da cuenta de que están demasiado expuestos al ruido.

Así, hoy existe un gran problema de contaminación acústica que afecta nuestra salud y nuestra capacidad de concentración. La contaminación acústica tiene un impacto real en nuestra capacidad de prestar atención, ya que el cerebro tiene más dificultades para regenerarse en estos momentos de intensa distracción.

En el mundo profesional, donde nuestros espacios de trabajo a menudo se organizan en espacios abiertos, evolucionamos en plena contaminación acústica, en un entorno donde el ruido se percibe físicamente de forma continua.

Por lo tanto, la exposición al ruido parece estar relacionada con una disminución en el rendimiento intelectual, porque el ruido ataca nuestras capacidades cognitivas, como lo demuestra un reciente estudio alemán sobre el rendimiento académico de los estudiantes en las escuelas cercanas a los tres principales aeropuertos del país.

Los decibelios medidos con el sonometro

Entonces, ¿qué es el silencio?

Existe una conciencia general de que el silencio es oro, incluso si el silencio a veces parece aterrador a los más jóvenes. Recordemos que el silencio absoluto no existe en el estado natural, sería terriblemente espantoso y parece demostrado que la ausencia total de ruido puede volverte loco.

El silencio es bueno para nuestro cerebro al promover nuestra creatividad y nuestro equilibrio psíquico, porque el ruido perturba nuestra atención y todos necesitamos regularmente «desintoxicación».

Según la definición clásica, el silencio es el hecho de no hablar, es la ausencia de ruido, es la calma absoluta. Aunque no existe el silencio absoluto, todos buscamos momentos de calma, por ejemplo el silencio de la naturaleza.

Nos damos cuenta de que el silencio es una especie de «revelación»: el silencio no es solo una falta de ruido, sino que, por el contrario, es otro universo que se nos revela, es el sonido del silencio.

Así lo describía el escritor Paul Valéry en 1943 en su libro Tel Quel – Tome II:

«Escucha este fino ruido que es continuo, esto es silencio. Escucha lo que oyes cuando ya no oyes nada … nada. Esta nada es inmensa en los oídos».

Este casi nada es el rumor silencioso de la naturaleza, a veces llamada la hora azul, ese momento del amanecer cuando la naturaleza calla.

El silencio es el momento de la meditación y el soñar despierto, que te permite reconectarte con tu cuerpo.

Se observa así en los últimos años un verdadero auge de los retiros silenciosos y el recurso a la meditación, a la respiración profunda y tranquila que permite el desarrollo del «silencio interior».

El silencio, ahora raro, se ha vuelto chic y a veces costoso y es la aspiración de muchas personas, mientras que el derecho al silencio, tan necesario para nuestra salud, debería ser accesible para todos.

La investigación científica demuestra regularmente los beneficios para nuestro cerebro y cuerpo de un entorno silencioso, por lo tanto, recomendamos encarecidamente introducir pequeñas cápsulas de silencio en nuestra vida diaria, que son buenas para nosotros y nos ayudan a regenerarnos.